
En un momento en que muchas superproducciones parecen fragmentos desconectados de universos más grandes, Superman (2025), dirigida por James Gunn, llega como un soplo de aire fresco: una película con alma, estructura narrativa y propósito claro. Esta nueva entrega no solo marca el reinicio oficial del universo cinematográfico de DC, sino que también recupera el espíritu clásico del personaje, al mismo tiempo que lo reinterpreta bajo una mirada moderna y emocional.
David Corenswet da vida a un Superman que se aleja del arquetipo del semidiós invulnerable para convertirse en un reflejo más cercano a lo humano. Este nuevo Clark Kent no solo salva al mundo, sino que abraza las dudas, emociones y contradicciones de cualquier persona común, lo que ha generado una profunda conexión con el público. Su lucha no es solo contra enemigos externos, sino también contra sus propios conflictos internos, en un intento constante por hacer lo correcto incluso cuando el mundo lo malinterpreta.
El Superman de Gunn no mata, no busca venganza, y tampoco se esconde en una posición neutral. Más bien, se involucra, protege a los más vulnerables, y provoca debate al defender a quienes la sociedad suele dejar de lado. Este idealismo radical lejos de parecer ingenuo resulta uno de los gestos más revolucionarios dentro del cine de superhéroes actual.
La película también brilla por su fidelidad a las historietas, con claras influencias de autores como Grant Morrison, Geoff Johns y John Byrne. Sin embargo, Gunn imprime su sello personal con diálogos llenos de ritmo, personajes secundarios bien construidos y un humor que nunca interrumpe la historia, sino que la complementa.
Rachel Brosnahan, en el papel de Lois Lane, suma madurez y realismo a la historia con una interpretación sólida. Su relación con Superman escapa a los clichés románticos y se construye desde el diálogo, la ética y la complicidad emocional. Juntos ofrecen una dinámica adulta y realista que enriquece la narrativa.
Por su parte, Nicholas Hoult se convierte en uno de los puntos más altos del filme con su versión de Lex Luthor: ambicioso, manipulador y carismático. Pasa de lo exagerado a lo aterrador sin perder coherencia, retratando a un villano que representa el poder corrupto y las contradicciones del mundo moderno. Su objetivo no es destruir a Superman físicamente, sino empujarlo a tomar partido y abandonar su neutralidad moral.
Con acción, emoción, sátira política y profundidad ética, Superman (2025) se erige como una película completa: tiene inicio, desarrollo, clímax y desenlace. No es solo una pieza más del engranaje de una franquicia; es una obra con identidad propia, con una visión clara y un mensaje poderoso.
El público ha respondido de forma positiva a esta propuesta que, lejos de infantilizar al personaje, lo presenta como el mejor ejemplo de lo que significa ser humano, con todas las dificultades y contradicciones que eso implica. En lugar de alejarse de nosotros, el nuevo Superman nos recuerda cómo ser mejores personas, cueste lo que cueste.
Si este es el camino que James Gunn planea seguir para el nuevo universo de DC, Superman (2025) es una señal esperanzadora. Porque, más allá de sus superpoderes, el mayor logro de esta película es devolverle el corazón al cine de superhéroes.